lunes, 19 de enero de 2009
Historia Clínica Nº1: ¡Urgencia!
De un momento a otro todos quedan paralizados, me miran con unos ojos de terror, todos se preguntan por que no cumplí con lo “acordado”, quisiera saber el por que no lo hice… tal vez me estoy aburriendo un poco de lo habitual
Era mi primer mes con mi nuevo joven paciente, alguien sin sueños, alguien que mencionaba cada vez que me veía que no perdiera mi tiempo con alguien sin futuro. “Sin futuro, es mas joven que yo, tiene mejor cuerpo y por lo que dicen sus padres es un excelente estudiante”. Tenia una petición extraña, siempre quería que tocara su pecho y me dijera que sentía, como buen profesional simplemente encontraba su respiración y sus latidos, le decía con estas mismas palabras –“Tienes una perfecta condición, pronto te iras como si nada” Pero su mirada se veía cada día mas apagada, como si algo inesperado fuera a suceder.
¡Doctor Cortez, se le solicita en la sala de urgencias!
¡Doctor Cortez, se le solicita INMEDIATAMENTE en la sala de urgencias!
Antes de llegar pensaba que clase de operación me tendría que enfrentar, tal vez un accidente de transito, tal vez un intento de suicidio, pero al llegar me di cuenta que estaba totalmente equivocado. Era mi joven paciente, el que pronto le dije que saldría de alta, con ataques respiratorios, con su piel pálida, sangrando por el recto pero lo que mas me impactaba es que sus ojos que cada día veía mas apagados, estaban clavados en los míos, como si me gritara “Este es tu momento de entender”.
Luego de una hora de intervenciones, aun seguía sin respuesta, sus latidos eran mas rápidos y fuertes, su hemorragia no se detenía, sus ojos no se alejaban de mi –“Deja de mirarme, deja de mirarme” pensaba en cada segundo, pero sus ojos se llenaban cada vez mas de esa energía perdida. En ese momento sentí una calidez dentro de mi pecho, una ligera conexión, un ligero mensaje. Procedí a realizar una incisión en el pecho del joven, todos me miraban extrañados, le arranca el esternón, le separe las costillas desesperado y lo vi. Toda la esencia, toda la vida concentrada en unos fuertes golpes, mientras mis colegas llamaban a seguridad y las enfermeras corrían o se desmayaban, yo lo tome con mis manos y me arrodille. Ese era su mensaje hacia mí, comprender que va más allá del sistema, va más allá de lo habitual y va por encima de lo racional. Debes tenerlo en tus manos para sentirlo, debes tenerlo cerca de ti para entenderlo. Por que es mas que un simple músculo, mas que una simple asociación a un sentimiento, es la expresión de tu esencia que le grita a los sordos “¡Escúchame!”, con un simple y ridículo sonido, un sonido que lo relatamos como “Tun….Tun...”.
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